Terapia computacional Adán Marín
El ser humano se alimenta, luego computa o falla en su intento.
Antes de acostarse pone a romper sus caballos contra el mar, prende la luz de sus miserias, levanta una piedra y encuentra debajo otras piedras también abriendo humanos, recorre lineas familiares siguiendo el canto de nodo en nodo, como gargantas deshechas, recorre del padre a los hijos, de un hermano a otro hermano. Abre las líneas que dejaron los caballos con su paso, como a las dos masas del océano, y en ellas introduce la nueva formula de la tierra.
Las piedras de su patio en ejercicio, minando la propia espalda con picotas de polvo, el pensamiento puesto en su función, un punto como rumor de pueblo por encima, materia en hálito de aureola, y el conjunto poderoso levantando su nación de globo nube al costado del atlas, juntando dos dedos de curva, en el acto del desinfle, un suspiro de la tierra haciendo elipsis a su poco.
A p o c a l i p s i s del sudor en la frente.
Cada piedra piensa un punto, sombras, en conglomeros de vértices triángulos, y a las manos tomadas dan color como animales extintos los vidriales rotos de la iglesia más cercana en pensamiento, su fragmento en que a diario se estacionan los cuadrados negros a golpear las teclas faltantes del piano, tragando limite, ensanchando la propia espalda de existencia no jugable, sin quebranto dando de llevar el huevo en su interior, pensar imposible su sexo, darle planes sueños y una vida para imaginar el nombre que habría de tener, corren corren como esqueletos de espacio, tocando las marimbas veredas infelices que ha dejado el vecino más próximo a soltar el freno, el zapato de humo que en su paso sin aforo desaloja el papel entre la suela y el suelo.
Empieza a girar el avellano o la plaza, quieto lo quieto y girando lo girando, fuerza del centro en su crecer de a cuenta, silabas siguiendo a la última dama en jaque puesta, resolver el termino nupcial del rosa hereditario, cascadas en reorganización de la tierra y sus margenes, propiedad vertical del paso dado. Caminar es un acto redondo.
Luego enciende sus programas, lanza dos naves en esquinas opuestas que hacen crecer al universo. ¡Cómo agitan sus colas los planeadores de secuencias y cuadriculas! Sonda en los frutos traídos a la recolección de las faldas, anochece y pondera, si a tomar por tierra la otra cuesta del cuerpo.
Al momento de llamar el nombre propio del acto, de traer al uróboro en golpe puesto digital. La molestia va empujando al veídor, si a del inicio vuelve con un anillo de más, el año vive al tiempo, muy rápido.
Y piensa o no piensa en la dama del computo, quien se da a nacer por cuenta propia, obra, computa y luego nace, lanza los tableros por los aires, de la costilla se ríe y manda a callar a la refracción del numero que flota en su parto.
Traé la mascara tallada, el músculo en secreto rotatorio, una capsula con dentro un planeta entre el húmero y la tibia, por broma o teorema, gira la grasa contrayendo su fibra como enfermedad de nombre, gira alrededor del hueso, el músculo, deja la prensa de periódicos y descansa, suspira una apertura diagonal en el tablero. Sienta al pasado entre las columnas vacías, bloques cervicales dispuestos para contar con las manos, raspando la cueva la cárcel el refugio, la mujer del computo ha nacido.
Cuántas reinas puede poner un cromosoma de a pie, girando como una muñeca al son de la linea que se para. SE PARA. Se detiene. Fragua pierna o deja de moverse; cuando lo que continua, realmente, es su bondad. La linea que es ciudad, paralela suave sombra espejo, en la rodilla del vidrio que a fondo llama con banderas también blancas la pulga de la sal. Retumba en lo bajo rojo una señal para cambiar de asientos: saltar por la ventana también es una manera heurística de escapar el local optimum. MÁXIMO DESEMPEÑO del global deseo dice. Así reduce su pena, al batir de los caballos blancos, la descendencia en intercambio puro a mitad de las piernas, la operación a corazón abierto que cifra la sangre del estanque, el aire de verdad en la población del suero: cuántas generaciones habrán de pasar antes de que se extinga esta tristeza? Así reduce su pena. Mira el mapa, siega capitales, toda letra con su número mutando; atraviesa el tamiz de la mano, por el espacio enorme plano y flaco, el universo, y gorda gorda gorda cruda la tierra. T a n t o cabe en un puñado. Cuentan sus caballos el choque de las vías paralelas en el óptico metal salvaje, visto desde arriba todo está tan curvo.
Una mirada puede recorrer varias galaxias en distancia. Al mirar al cielo estás chocando. Desde todos los planetas alguien mira. Y sobre los pasos de tu hipotenusa y la misma de tu hermano vecino quien también esta mirando el ocaso del cielo, se da una vuelta al mundo, chocando.
Nace el primer hijo como una pura consecuencia, la repartición de los regalos exigiendo inicio. Y de su primera boca, como una raíz con espíritu de arco, una mano se agita pidiendo bautizo, algo que contar, un nombre por ejemplo, para hacer andar sus letras por el radio del abecedario, o hacer caer al suelo de rodillas, o a las crianzas que lo corren por debajo. La madre no deja de pensar en cuando pondrá su primer calculo, el padre que extiende la suya, mano, y estrecha como un túnel le muerde los costados internos de la lengua, un contrato a nudos de Quipu.
El hijo del computo atraviesa su primera pregunta por pedazos de pan, hijo pedazo del hombre, algo que contar. Reparte los regalos, hijo, no hay porque esperar a que desvanezca el sol en tu regazo, tu primer cumpleaños es hoy día. Desplaza estas migajas a la diestra, alza tu vara como arma de ladrón, su flauta transparente. No dejes que ocurra el concierto en tu pulmón herido. Utiliza tus dedos de medusa y cuenta: Cuantos amigos puedes tener antes de que se te acaben los regalos? El computo desborda entonces hijo padre y madre, cuando lambda anónimo como la sabana que secándose al sol se fue corriendo por la calle gritando amor mío, vuelve, cuando a eso, el computo se eleva en total democracia, enumerando el no amor que le tuvo a la gallina, cerebro de la matemática materna, cuando por descuido parecía posarse a diario con sus nalgas de lamento idiota, en su piel de amaneciendo. No importa si se te acaban los niños, hijo, solo procura que al final de cuentas, no quede ni un solo regalo sin su dueño. Porque un niño puede tener muchos regalos, o ninguno, pero un regalo, un juguete, en el fondo, puede tener un solo niño. Así nació la desgracia, del ovario óseo picando el suelo su jengibre gusano, el sol abierto en cirugía como una tiniebla cualquiera, el orden al modo del orden que da-el agua al tenedor. Abre una cuchara la silueta de sol, LA SILUETA DEL SOL como un lamido extirpado de cuerpo al pequeño queso suizo que aún se derrama en el fondo del mar. Una cuchara que come del sol, le saca un pedazo y sonríe. La cuchara sonríe. El niño sigue contando a todos sus amigos con las manos. Dónde está la coincidencia entre las palabras posibles de hacer con este conjunto de letras cerrado, y los veinte regalos que aún tienes por poner en mano de tus doce amigos, hijo de cristo. Si fue tu mismo padre quien por cuenta propia abrió el destino, y de su cadera hizo abrazar el origen en tu herencia, tu gen, función manzana del no. Imposible. Antes del termino del día, pensando que buscando pensaba, buscando que pensando se hacía. Imposible. Como dejar a un niño sin regalos. No pueden ser doce los niños y veinte los regalos y que en la mayor de los destinos, es lo injusto primando. Así, el hombre que falló en su intento, parte en dos los regalos, les hace avanzar escaleras factoriales, subir y bajar por ascensores parentescos. Dio entonces el mismo juguete a varios niños, de los cuales ninguno sabia donde estaba. Multiplicó los regalos en millones, como el pan y como el vino, y aún así quedaban huérfanos: crecían los hambrientos. Cómo puede existir la cara larga en un niño? Tú, plástico conmovedor cuadrado negro, ignorante barril del verdadero y del falso, tú, feliz. Sonriendo siempre sin recibo, mientras crece al ancho esta palabra, al costado del problema, no sabes siquiera, siempre tú feliz, escondiendo los caminos como trucos de pulgar para los niños, esos que iban con las manos en alto a morir. Porque son los caminos a quienes les pasa un niño por encima. Como todo regalo tiene un solo dueño, todo camino tiene un solo niño que juega a rasparse las rodillas en su asfalto, sangre gris de toda tierra verdadera.
Y crecían, crecían los niños y regalos, más crecía entonces la avalancha de vació como un hoyo negro que traga sin razón fatal carencia y hace esconderse a las ardillas, la dicción de la ausencia, almas mascando dentro de la roca, el manto terrestre alucinando, con las bocas al piorar del diente del quebranto.
La fuerza dada dentro de los edificios, gente en forma del corriendo; marionetas estáticas en hilos de invisibles puás, bolas del serrucho a carcajadas alimentando en rotatoria la batería del espacio imaginario, cables corrientes de continua ficción negra, los casquillos disparados de película, materia que puebla abundante el espacio que circunda al negro en rededor a toda hora, en todos lados, transparencia ocupando la suave aguja del ojo.
Este gimnasio acústico está siendo alimentado, ahora mismo, por seres humanos que corren en bicicletas estáticas, en trotadoras de metal fundiéndose su carne, con los pelos de punta y las muñecas girando. Todo se alimenta y luz escupe. El animal es una fuente de energía al bajo cero. No conoce su misión y avanza. El espectro recorre mirando por encima del cielo.
El vuelo del piloto Lévy dibuja garabatos en clave de sexo, música, antes de estrellar su vuelo contra el propósito morado de su nombre. Lanza uno y otro avión desde su hangar, como un niño lanza aviones de madera contra el árbol de las hormigas que nacieron para pilotearlos.
En donde hay un pantano, es también seguro, que al abrir la mano nazca una mariposa de la sangre y de su costado en paso al caiga, inocente oro de estelas que al cayendo rompe va las pelotas de energía en la cara de los calenda-darios.
El singleton pasea de la mano de la niebla en hierro envergadura, confía su último pecado al pasto que trocando el verde por azul, un día se da vuelta, el cielo todo verde, el pasto todo azul. Rellenándose el colmo los días en dos días a diario, por mientras helados tragan de bomba de crema de ruido negro que brilla y tiene patas y brilla y hace negro. Cruzando la calle hacia la nueces nacen todas con hijos y pasteles, en donde pasta la vaca de pie un sol tremendo adentro de su lengua, cubierto cuidado de manta de hijo de dulce de uva. Toma una vaca y a pastar, giran todas las vacas pasto arriba raíz arriba, la verja discontinua en una franja que al pasar la mano carga el polvo plástico, elemento último y primero de la cena. El solterón es un mueble donde van a posarse las almas.
El cáliz alzase solo y a beber dijo mi gente. Dónde viven las abejas hoy en día?
En esta nación de greda el solterón sigue cruzando, almacena su colonia de hormigas congeladas, como palos de helado lame las tierra húmedas que rodean su refrigerio, compone un estudio de la arquitectura con liquido que le sirve de consuelo, rebota los libros del llamado y enciende una fogata en la tiniebla de los ojos que dejó al pasar. Las tablas siguen partiéndose cuando pasan las palmas abiertas de viento. Los cubos se intercambian por raíces apretadas como labios por dos dedos. Un beso redondo pasa almacenado. El hablante lírico está con usted o con nosotros? Se encuentra acaso en esta sala?
Atentos quedaron los caballos desde cuando. Salieron hacia horas y siguen dando vueltas en el fondo de una lamina incolora, más angosta, una pestaña que se ríe, lisa de la información lisa de tu detective interior. Mengua la energía, mengua la masa en este plano. Crece la información, no deja de crecer. Se apagan las estrellas. Se tragan los hoyos su negrura. Crece la data. Siguen los elásticos volviendo a primer punto. Siguen los caballos corriendo por su nombre. Siguen los niños jugando como antaño, vuelven a inventar el chiste que hizo gracia. Vuelven a cruzar la calle donde vieron a su amor primero. Sigue el espacio creciendo, alejándose, y nosotros cada día más cerca de qué.
La tierra del computo se hace vasijas infinitas. La tierra de la suma en la tierra del azar hace tinieblas. Cuenta un cromosoma, cuenta un cromosoma dos cromosomas tres cromosomas cuatro cromosomas, con los dedos que se rompen contando. Suben sus anillos a la altura del dolor que prensan cebando en lo bajo, cae. Cae en la venta del pan y los pasteles. Cae y sigue cayendo hasta el final de la imaginación. Cae y sigue cayendo como volar de gravedad. Ahora turbinas.
El cuco intercambia constante un huevo al interior del sueño y YO lo estoy alimentando.
Este pantano tiene sol propio. Cuida de tu espalda, si aquí te acuestas y te ahogas, podría ser que al abrir con la vista el mundo que en mesetas cuece su felicidad, la misma que hace brillar al paraíso, despiertes. No le cortes la corriente. Sigue avanzando tu banda con tu paso. Que la luz se encienda ahora, turbinas.