...Tipografías del planisterio...

El verso murió

Los caminos invisibles de la luz Adán Marín

El verso murió. Y no basta con el verso libre.

Del mismo modo en que el desarrollo de la técnica en las artes pictóricas solo existió en tanto era necesario representar un conjunto de ideas distintas, y no por si misma, hoy se muere el verso, los cortes de linea y las mil y un divisiones silábicas. No quiere decir que dejen de existir, estos, al igual que los muertos, permanecerán entre nosotros, como cadáveres al hombro. Con todo su hedor y material belleza a recuerdo. Por que a la muerte de la Era de la Información y al nacimiento de la era Topológica, el espíritu se demuestra los medios necesarios para su expresión expansiva, interior. A la amanecer del cifrado superdenso de la información cuántica, con las redes de teleportación que estas habilitan, las nuevas ideas y formas, no pueden sino nacer.

Aquí no buscamos definir el futuro ni mucho menos sus ideas, pero estamos definitivamente a la búsqueda. Su descubrimiento y la impresión palpita clamas de aires nuevos, esto no puede quedar a la deriva. Así entonces como antes se apreciaban los versos de “arte mayor”, y aún hoy, somos heridos por los grandes versos del pasado, no pensamos quedarnos cruzados de brazos, sino con las manos en las axilas y la mente abstracta, funcionando alto, demasiado alto. Vivimos en el plano y estamos buscando. Cantamos un único verso muy largo, casi infinito, que no termina jamás, porque eso nos permite, al igual que en las enormes areas verdes, encontrar tanto el pastizal y la supuestas vacas voladoras, como el humedal y los gusanos y los bichos. Un solo verso, uno solo e infinito, que se deje cantar por todas partes.

Si no… ¿Se podría entonces imaginar la existencia de las grandes sinfonías, si la música tuviera por regla terminar su compás, su orden intrínseco, al final de la página, en sentido horizontal y vertical, y no como el continuo continuo que es a voluntad de la pasión y el motivo de la obra? Y estar regida la música, por regla, en todo momento, con la misma división de compás, sin variación, o peor aún, fuera el 4/4 una necesidad no solo indiscutida sino también impensada. Eso es lo que le hace el limite de la página a la famosa cadencia de las palabras. La analogía vale totalmente. ¿No son acaso las palabras sino corcheas negras y redondas, enriquecidas de sentido, con mil acentos y colores, arrastrando mil clamores? Y la puntuación, infinito orden de sentido otorgado al silencio: el más gran abanico que el lenguaje escrito nos empeña.

La evolución de la música exigió no solo en múltiples etapas nuevas nomenclaturas, sino incluso también lo hizo en casos individuales, donde el mismo apetito de la composición requería nuevos modos de escribirla. Asimismo existen escrituras que implementan los signos de mil modos, conjunto unísono de su interpretación de lectura, a viva voz o la voz que vive dentro del texto. Del riguroso jazz hasta los cantos primitivos, la vitalidad del instante fue y será prioridad de primer orden, de aceptación colectiva e individual sobre un estado de trance e invasión de ángeles y demonios. La experiencia última de la lectura… El verso ataca en contra de esa pulsión estética y, en última instancia, religiosa, por querer diseccionarlo, confrontarlo consigo mismo.

Esa preocupación, aclamativa y superficial, sobre las disposiciones materiales del texto, solo nos importan en el grado de afectación sobre los símbolos vitales. Lo contrario sería jugar con soldaditos de juguete o las muñecas sin ver las grandes batallas, sin ver los grandes amores, eso que ocurre al interior y que es lo que realmente importa, en la abstracción completa del mundo, con que se valen las emociones más profundas. El juego es mental y el cuerpo es poseído por lo extraño, las famosas voces o qué, jugando con los bloques de madera y las cigarras, con el número y la regla. Todo ello que se suma en un instante vivo, irremediable.

Ahora, la recreación mental, su historia indivisible de la imagen, poética actual por antigua, regresada por futura a origen cierto, exige plano, exige prosa de la voladura, choclón, exige todo pero nunca por completo verso. El reflejo del espíritu, como la luz, muestra solo el camino de menor acción. La palabra, como la luz, toma todos los caminos al mismo tiempo: solo vemos aquello que sobrevive a su propia aniquilación. El verso refleja solo lo visible. El plano es invisible y busca todas las formas de vida.

Es así como queremos dar el puntapié, una vez más, a la siemprenueva Era Imaginaria, de finales e inicios completa, por lo que realmente importa. Tomar nuevamente todos los caminos de la luz. La sombra es nuestra y la tenemos dispuesta, porque existen los infinitos caminos de luz, son invisibles estamos buscando conocerlos. Nos alejamos del verso porque vivir en él es vivir un único reflejo, sin conocer jamás la verdadera sombra de la posibilidad. Escuchar las mil voces de la luz, los mil llantos de la sombra que no se ve: es una invitación.