...Tipografías del planisterio...

El verso murió

Opípara insaciable J.J. Franz

Soy nacida de la tierra negra y húmeda de un sueño larvárico. De la cantera humus, farragosa y turbia a la hora de no pensar en nada carmínica ligera perezosa en pausa de paso por aquí, enemiga de mi padre, galopante a la hora de no pensar en nada, but me, but me, onírica, opípara insaciable — me han roto las piernas. La lengua negra de la voz del fuego no dice, llama, la primera sangre es siempre vieja, leche negra. Madre, la leche negra. Grita tocad más dulcemente la sangre vieja, los cuerpos duermen en la nieve sucia. Escucho el trino de los túmulos vivientes y minerales. Ramas de árbol bajo los pies: anemocoria, la dispersión por el aire, sámaras, semillas aladas. Mis raíces están en las tinieblas. Vilanos, como los dientes de león: pelitos. Hojas de árboles muertos, hojas muertas de árboles (alguna vez) vivos, ramas secas, una lámparárbol de luces cálidas, el promontorio del fanal roto, un juguete pequeño, la ovalada cajita azul. Volvería siempre a ellas, a las cosas. Guardan la memoria secreta, canto apenado hasta no llorar más, sólo a veces permanecen, siempre despiertan: conexión sustancial de la multiplicidad infinita en la unidad de lo finito. Epifanía. Todo lo que existe ya está muerto. Pero te recordaré, y derramaré las lágrimas, y quemaré los navíos y se ahogará la tierra de mi dolor, quedará apenas un testigo del naufragio, y será su pena y su dolor el mío, esperarán la misericordia de las espadas, manar la sangre de sus cabezas —jugo nutricio para las polillas ocultas que mueren en la luz. Silencio silabado a la perfección. Dulce, argéntico.