...Tipografías del planisterio...

El verso murió

La línea poemática José Lezama Lima

El tamaño de un poema, hasta donde está lleno de poiesis, hasta donde su exten­sión es un dominio propio, es una resistencia tan com­pleja como la discontinuidad inicial de la muerte. Es decir, no hay el poema propio, sino una sustancia que de pronto invade constituyendo el cuerpo o la desazón sin ventura. La forma en que hay que tocarla o respe­tarla, abandonarla o poseerla, descarga en lo inmediato una cuantía tan inefablemente contraída que es impo­sible revisarla por el propio sujeto. El poeta es como un copista que al copiar prefiere hacerlo en éxtasis. Al desaparecer ese estado perentorio y resolver una forma de escritura, crearía entonces estilos ajenos con mano propia. Mientras que si copia, es tan misterioso repro­ducir una letra, un número. Al crear, al intentar ha­cerlo, la discontinuidad se hace tan desmesurada que es ya imposible la potencialidad coincidente.

[Analecta del reloj, p157]

La línea poemática no puede negar que es una línea, es decir, un punto que vuela. Si lo negase, su delicia sería doble, pues tendría que refugiarse en el desarrollo tonal.

[Imagen y Posibilidad, p202]

He hablado de poesía, de poema y de poeta. En las eras imaginarias, por ejemplo: período carolingio, los cruzados, época de gran poesía, de leyendas, la poesía no cuajó en libro alguno. La poesía preexiste a su redacción. Cuando coinciden las eras imaginarias, construcción de las grandes catedrales con el poema, estamos en los momentos de la gran poesía. La poesía es como el aire, toca al hombre y lo define, le da figura y contorno, pero el aire es libérrimo e inapresable.

[Diccionario: Vida y Obra de José Lezama Lima, p407]