...Tipografías del planisterio...

El verso murió

Fragancia hermética Néstor Perlongher

Oracular, la palabra poética envuelve en los jubones del misterio una fragancia hermética. Sábese que la poesía no es comunicación: busca el salto de la aliteración o de la metáfora la reverberación intensiva de sones y colores, susurros e ideas. Las idas de la idea como caballitos de mar por la piel dulce. Después, algo hay de arcada o de gemido —de cora, dijo Kristeva hablando de Artaud— en la insistencia musical de la frase arqueada en contorsión cortés. Los límites indecisos de la idea se hunden en las marismas coloridas del susurro, el murmullo, el musitar. Cítara de la rima (interior), el parentesco, la genealogía de la poesía con la música resuena en la cabalgata de los brillos de la lengua. Resuena aquí el “Canto Triunfal” de Rubén Darío: “Ya viene el cortejo, ya viene el cortejo, ya se oyen los claros clarines. / La espada se anuncia con vivo reflejo. / Ya pasa, oro e hierro, el cortejo / de los paladines”. Aun sin que ello implique totalmente el desconocimiento de su calidad esencial de vates inspirados, la escena del espectáculo contemporáneo reserva a los poetas sobrevivientes un destino parlante. El poeta hace versos que no se entienden. Ello porque instalan el recurso mágico de su resonancia en otro estado de conciencia, en un estado de conciencia cercano al trance en el que se envuelve el que escribe, en el que el escribe aspira a envolver el que lee, en el que se envuelve (de últimas) el que lee.

Hacer partir de esa base sensacional la arquitectura fundamental del proyecto poético, implica criticar el destino de tías parlantes que se reserva a los poetas actualmente. No se le entiende (como poeta), entonces se le invita a hablar sobre la poesía. Sucede que el discurso sobre la poesía, campo infestado y saturado por la crítica universitaria, no se parece en lo esencial al modo de fluir de la palabra poética en su gracia lúdica y revelada. En el discurso se habla de otra cosa. El acto de creación poética devela en cambio cierta cualidad estética inmanente de la palabra en el resplandor de su belleza. Un engolamiento dulzón en la garganta embriagada.

[Prosa plebeya, p149]