El amateur Réquichot Roland Barthes
El amateur, el aficionado, no se define forzosamente por un saber menor, por una técnica imperfecta (en este caso Réquichot no lo sería), sino más bien por lo siguiente: es el que no muestra, el que no se hace oír. El sentido de esta ocultación es el siguiente: el aficionado no pretende producir otra cosa que su propio placer (lo cual no impide que este placer llegue, por añadidura, a ser también el nuestro, sin que él se entere), y este placer no se desvía hacia ninguna clase de histeria. Por encima del «amateur» ya no hay lugar para el simple placer (liberado de toda neurosis) y comienza el dominio de lo imaginario, es decir, el artista: el artista experimenta placer, es indudable, pero desde el momento en que se exhibe y se hace escuchar, desde el momento en que tiene un público, su placer tiene que conjugarse con una imago, que es el discurso que el Otro sostiene a propósito de lo que él hace. Réquichot no solía enseñar sus lienzos (aún hoy son muy poco conocidos): «Toda mirada lanzada sobre mis creaciones es una usurpación de mi pensamiento y de mi corazón… Lo que yo hago no fue hecho para ser visto… Vuestras apreciaciones y elogios me parecen intrusos que perturban y trastornan la génesis, la inquietud, la delicada percepción de lo mental, lugar en donde algo está germinando e intentando crecer…».
[Lo obvio y lo obtuso]